Inmaculada Concepción

Talla en madera policromada y estofada.

145 x 53 x 44cm

Anónimo

Ultimo tercio del siglo XVI – primer tercio del siglo XVII

Iglesia de los Santos Justo y Pastor (Sepúlveda)

 

 

Introducción

 

El culto a la Virgen María se vio determinado por su papel en la Encarnación de Dios, su pureza define su carácter, su preservación de toda mancha de pecado la convirtió propiamente en el único instrumento a través el cual Dios se hizo hombre. Esto es precisamente lo que representa la Inmaculada Concepción, concebida sin mancha. Sin embargo esta idea levantó enormes controversias entre los católicos más devotos,[1] especialmente entre dos órdenes religiosas, los dominicos y los franciscanos. España fue el país donde más fuerza alcanzó la doctrina desde la Edad Media hasta el año 1854 en que fue proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción. Por ello la iconografía de la Inmaculada ha sido representada en numerosas ocasiones y con variaciones dependiendo de cada época.

 

El Dogma de la Inmaculada Concepción

 

La Inmaculada Concepción de María fue una idea originaria de la iglesia griega, que posteriormente se extendió a la iglesia de Occidente, parece ser que sus orígenes orientales deben mucho al Protoevangelio de Santiago, texto que no pudo ser escrito antes del 150 d. C. Aunque el Protoevangelio no  propone la idea de la Inmaculada Concepción parece ser que la implica, en cualquier caso el texto prueba que la devoción mariana era una realidad incluso en fecha tan temprana. Se escribió como glorificación de la Virgen y contribuyó decisivamente al florecimiento de la mariolatría durante la Edad Media tardía.”[2]   Mientras en la iglesia de Occidente nadie ponía en duda que la Virgen fue concebida y alumbrada en pecado, según el dictamen de San Agustín de que el pecado original se transmitía a través de la concupiscencia de los padres. La iglesia oriental no asume esta doctrina, y entre los siglos VIII y XII, la fiesta del día de la concepción de Santa Ana se incluyó en el calendario de la iglesia oriental. En 1128 los canónigos de Lyon decidieron santificar la celebración del 8 de diciembre  (día de la concepción de Santa Ana, y por tanto asumir que la concepción de la Virgen fue inmaculada, sin mancha), e introducirla así en la Liturgia de Occidente.

Se inicia así un periodo de controversias iniciado por Bernardo de Claraval, que se opone a la doctrina inmaculista, que tendrá su punto culminante en España en el siglo XVII, y que finalizará con la proclamación del dogma en 1854 por el Papa Pío IX según el cual la Virgen María fue preservada por Díos del pecado original desde su concepción.

 

Representación de la Inmaculada Concepción en el Arte.

 

A pesar de la fuerza con que penetra en España la doctrina de la Inmaculada Concepción es difícil encontrar representaciones anteriores al siglo XV, no quiere decir que no las hubiera pero no fue un tipo de representación que cristalizara hasta el siglo XV, en algunos lugares de la península la pintura y escultura inmaculista aparece más tarde. No es sorprendente que la iconografía de una idea tan abstracta como la de la Inmaculada Concepción evolucionase tan lentamente, hasta el siglo XV la representación de la Inmaculada Concepción se basó en adaptaciones de temas marianos medievales, como la Virgen como nueva Eva, el Árbol de Jessé, o el Abrazo en la Puerta Dorada, no es hasta las proximidades del año 1500 cuando la Inmaculada Concepción se represente del modo que se haría habitual durante el siglo XVII. A partir de este momento teólogos, artistas y mecenas adoptaron temas y motivos esforzándose por crear una imagen que representase con claridad el más abstracto de los conceptos: La Inmaculada Concepción de María.[3] El  tratadista Molanus, de cara a la fijación del tipo iconográfico, lo concreta en la Tota Pulcra, este es el tipo de Inmaculada predominante a lo largo del siglo XVI y su tipo no se olvida durante el siglo XVII. La Virgen Tota Pulcra, basado en el Cantar de los Cantares,   presenta a María de pie, con las manos juntas en oración y con el cabello suelto, además cuando se la representa en pintura aparece rodeada por los atributos, relacionados con su pureza. Desde el Concilio de Trento, se añade a la Inmaculada la idea de mujer Apocalíptica, con la apocalíptica mandarla de los rayos del sol, la corona de doce estrellas y la luna creciente bajo sus pies, rasgos tomados a su vez de la tradicional iconografía española de la Asunción de la Virgen. Todos estos elementos conforman el tipo iconográfico definitivo, que será venerado en España, durante las dos centurias siguientes.  Sólo cabría añadir a la síntesis de la Tota Pulcra con la Mujer Apocalíptica, la Mujer del Génesis “María como nueva Eva”, cuya concurrencia con el Inmaculismo es también antigua pero que ahora servirá para matizar ciertos detalles,  principalmente la conversión del dragón apocalíptico en la serpiente diabólica del Génesis, que lleva en su boca el pecado de Adán y Eva.

La evolución del tipo iconográfico de la Inmaculada en España de hecho se hizo prácticamente de espaldas a Europa, de forma que de aquí salió un tipo genuinamente peninsular.

 

La Inmaculada Concepción de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor.

 

Esta talla procede de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor. Durante mucho tiempo fue venerada popularmente como Virgen del Rosario ya que se encontraba vestida y en sus manos portaba un rosario.

En este caso, la Virgen, está representada como una joven doncella de pie en oración. En cuanto al rostro, podemos apreciar un tratamiento naturalista, pero sin llegar aún a la manifestación del sentimiento que se va a desarrollar en el pleno Barroco, los ojos entornados miran recatadamente al suelo, en actitud de humildad, se encuentra sumida en oración. El rostro queda enmarcado por el cabello, suelto pero a su vez trenzado en algunas zonas, creando un peinado de una gran delicadeza y elegancia, en la parte posterior cae sobre su espalda, símbolo de la pureza de las doncellas, en este caso el cabello es dorado. La actitud meditativa se aprecia en sus manos apenas unidas por los dedos a la altura del pecho. Viste una túnica estofada, con fondo rojo, aludiendo a la parte humana de María,  esta túnica cubre por un manto el cual cae desde los hombros y se recoge creando una infinidad de pliegues bajo uno de sus brazos, el manto es de color azul en el fondo, haciendo referencia a la divinidad de la Virgen, decorado a base de motivos vegetales dorados y con una cenefa que le bordea incorporando tonalidades rosas y motivos florales.  Los pliegues de la talla son más angulosos y marcados que en épocas anteriores, pero todavía están alejados del movimiento exagerado que predominará después, lo que permite percibir la perfecta composición piramidal que ha desarrollado el artista.

La Virgen se encuentra apoyada sobre nubes y la media luna creciente, de la que únicamente se perciben las puntas

A sus pies dos niños portan el escudo de los Proaño, dirigen su mirada a la Virgen, mostrando así la devoción de la mencionada familia, y que esta habría costeado la obra. 

 

 

 

 

Bibliografía.

STRATTON, SUZANNE. La Inmaculada Concepción en el Arte Español. Trad. Fernando Checa Cremades. Cuadernos de Arte e Iconografía .Tomo I.2. 1988.

 

GARCÍA MAHÍQUES, RAFAEL. “Perfiles Iconográficos de la Mujer del Apocalipsis como símbolo mariano. Ab initio et ante saecula creata Sum”. Ars Longa, 7 – 8. 1996 – 1997, pp. 177 – 184.

 

LINAGE CONDE, A. “El culto a los santos: cofradías, devoción, fiestas y arte” Colección del Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas. Nº 26. 2008.

 

 

 

 



[1] Stratton, Suzanne. La Inmaculada Concepción en el Arte Español. Trad. Fernando Checa Cremades. Cuadernos de Arte e Iconografía .Tomo I.2. 1988. Pág. 1.(Revista Virtual de la Fundación Universitaria Española)

[2] Íbid. Pág.1.

[3] Stratton, Suzanne. Pág. 8.